martes, 27 de enero de 2015

DIGIMON nxOS - Prólogo: El último Royal Knight.

I

Próximo el ocaso, los Unitmon, pequeñas esferas protoplásmicas creadas a partir de la base original de datos del Mundo Digital, se reunieron, filtrando sus cuerpos gelatinosos por entre las grietas de aquel antiguo templo que les servía de última morada. Quedaban pocos de ellos, y el número iba en descenso. La vida digital también tiene límites, y los límites de éstas existencias, a diferencia de la base secundaria, vivía en línea recta y no en círculos. Una vez la depuración daba inicio, el deterioro de sus datos terminaba en la eliminación[1].
–Se acercan tiempos difíciles. ¿Lo sientes?
–Lamentablemente.
Al reunirse en la grieta, todos formaban una sola base, propia y ajena al exterior. Cada voz resonaba distinta y a la vez similar, en un canal privado; telepatía, o una colonia mental.
–¿Tienes miedo?
–Todos estamos asustados.
–Sí, es verdad.
–Hemos visto a las estrellas extinguirse, constelaciones nacer y galaxias expandirse. Sin embargo son sólo ilusiones que Yggdrasil ha plantado en los límites del cielo. Nada allá espera por nada, y aún así, trasmite mensajes.
–Maravillas incomprensibles.
–Misterios que jamás nos serán revelados.
–Augurios de peste y malogración.
–Si nos mantenemos juntos viviremos lo suficiente para…
–Paren de seguir aferrándose a las ilusiones. Ha llegado nuestra hora y no podemos detener lo inevitable…
–Pero podemos aplazarlo.
–¿De qué servirá?
–Para lo que sea que las estrellas nos deparen. Mira, ahí… ha cambiado de lugar.
–Es verdad, se reacomodan.
–No significa nada.
–Favorece una teoría.
–Leyenda, querrás decir.
–Lo que sea… podemos perdernos uno a uno o desaparecer juntos. Ustedes deciden. También estoy aterrorizado con los acontecimientos venideros que se nos han mostrado, y a ello propongo continuar así, unidos, y esperar.
Se hizo un breve silencio.
Expectantes contemplaron el astro descender a lo lejos. El plano digital es estático y todo gira torno. Ángeles y demonios se enfrentan en alguna parte, en otro se cierran ciclos y nuevos inician, los altos mandos callan y esa tierra perece…
La voz fue unánime:
–Esperaremos pues.

II

*Fiush*
–¿Escuchaste eso?
–¿Qué?
*Fiush*
–¡Eso!
–¿Qué sucede?
–Ni idea… al parecer alguien escuchó algo.
*Fiush*
–Ahí está de nuevo.
La masa protoplásmica emergió lentamente de las grietas del templo, dividiéndose en decenas al quedar a la intemperie, curiosas, movidas por el miedo, miraron expectantes el cielo nocturno en el que verdosos haces de luz convergían en una vorágine de información.
–Se trata de un portal. –Dijo el más viejo de los Unitmon.
–¿Un portal?
–Imposible, nadie aparte de los Royal Knight conocen la ubicación exacta del templo.
–A eso me refiero. –El viejo Unitmon se adelantó por el sendero. ¿Con qué motivo, en aquel momento…?
–¡Las señales! –Exclamó el más joven de ellos. –A eso debieron referirse las señales.
Su entusiasmo fue recibido con hostilidad. El joven Unitmon se escondió en el resto. La frecuencia de sus pensamientos lo delataba, pero nadie le miró, todos estaban concentrados en el portal, y lo que emergía de él.
–Ese es…
Tórridas brisas en espiral descendieron del agujero en el cielo, y entre el fuego incoloro se digitalizó una figura. La negra armadura resquebrajada, y el dorado plumaje raído de las alas de Alphamon, enredadas en los harapos de su capa, reflejaban un grotesco resplandor primitivo, amenazante, vivo.
Del extremo opuesto se escuchó un tormentoso lamento.
Los tentáculos de luz aferrados a la armadura tiraban de él para devolverlo al lugar de donde saliere; a esa nada oscura y punzante; la poca resistencia impuesta por Alphamon se antojaba lamentable, de un animal moribundo que niega su final y se esfuerza en continuar sus empedernidas costumbres.
¿Por qué no se resistía más? Los daños en su armadura, por graves que parecieran, a distancia corta se veía lo superficiales que en realidad eran, aunque poco a poco agravaba el daño; pronto serían cosa seria, pero hasta entonces, tenía oportunidad de contraatacar, oponer mayor resistencia.
El más viejo de los Unitmon le vio cerrarse, adoptar la posición fetal para proteger algo, o a alguien.
–¡Tenemos que ayudar! –Gritó en el instante que los vio.
–¿Cómo? –El grupo de jóvenes estaba inquieto.
–¡Rápido, en círculo!
Los Unitmon, torpes, presurosos, se agolparon corno al cilindro de luz, fundiéndose en un aro de luz dorado.
Suspendido en el medio, Alphamon observaba. Sus ojos expresaban una lasciva hostilidad, de estar en presencia de enemigos que en algún punto fueron aliados, o aliados que en cualquier punto serían enemigos. Se agitó frenético en la vorágine. Regresa al infierno en los cielos o desciende a la duda terrena. Los ojos inexpresivos, las luces negras que orlaban el anillo de luz dorada, desaparecieron. Cadenas ascendentes de los símbolos antiguos arreciaron la fuerza de expulsión del portal y Alphamon cayó pesadamente. Una de las alas se partió por la mitad, desperdigando plumas calcinas en el camino de roca.
Otro grito. Un quejo demencial expulsado en el extremo opuesto de la puerta.
Los Unitmon deshicieron la formación y, sin la fuerza conjunta, el portal se cerró.
De las quince esferas protoplásmicas, sólo quedaron nueve; los más viejos se diluían en polvo contra el viento.
–Lamento que tuvieran que hacer eso; lamento lo de sus amigos.
Los desconcertados ojos de Alphamon seguían apuntando la duda en las esferas que se acercaban curiosas a él. Sus palabras sonaban vacías e indiferentes.
–¿Qué fue eso? –Preguntó el Unitmon del impulsivo arranque por las señales. –Lo que había al otro lado…
–Se sentía como un Digimon, pero…
–Su información, el código…
–Era demasiado primitivo.
–No me queda mucho. –Dijo Alphamon, emprendiendo una torpe marcha al templo.
El dorado de sus alas, vueltas en ceniza, se quebraba al simple roce de las brizas matinales. La fragmentada armadura caía a lo largo del sendero con cada pesado paso que daba. Cascadas de información ascendían, desvaneciéndose.
–No me queda mucho. –Repitió, apretando ambos brazos al pecho, ahí donde los restos andrajosos de la capa hacían bulto. –Debo depositarlos o desaparecerán.
Los pasos resonaban en la vasta isla del Santuario. El Templo de los Royal Knight se erigía a menos de diez metros, pero el cansancio, la estridencia del dolor y la perdida de datos le produjeron un vértigo que multiplicó la distancia en miles. Están a salvo. Pensó. Ahora lo están, pero se avecina lo peor, tendrán que estar listos para afrontarlo. Tendremos –se corrigió–, tendremos que estar listos para afrontar a nxOS.
Los Unitmon se miraron, horrorizados. Sí, conectaban con cada forma de vida digital, y Alphamon lo sabía, de hecho, era su plan que los Unitmon oyeran su frecuencia, que estuvieran al tanto de sus pocos conocimientos sobre esa forma de vida, ese feto en el medio de los mundos. Y sentía drenar la información: cada pensamiento, cada idea, cada pesquisa, las reuniones privadas de los Royal Knight a lo largo de esos años, la constante vigilia de ese tercer espacio, la oscuridad, el abrumador poder que manaba de la fuente. Todo se descargaba en las mentes conjuntas de los Unitmon. Algunos de ellos se alejaron temblando; gelatinas tambaleantes que rodaban al amparo de las grietas con cada nuevo pinchazo de información suscitada por el inconsciente de Alphamon.
Protéjanlos. Murmuró la voz en su mente. Cuiden de ellos hasta que llegue el momento de regresar la vida a la terminal portátil.
Trabajosamente subió los peldaños de roca al interior del gran círculo. Las inertes miradas pétreas de sus camaradas caídos se hallaban sobre él, compasivas. Presentó sus respetos con una ligera reverencia, en una inclinación menor a treinta grados, lo máximo que le permitió ese cuerpo magullado que se transformaba en cenizas.
Una pesada placa se hizo añicos al impactar en las baldosas. El golpe sordo, sin masa, y el siseo del polvo arrastrado por el viento.
A pesar del amplio interior del templo se sintió claustrofóbico en la colorida oscuridad. Los rostros deslucidos de un recuerdo labrado era lo que quedaban de la mayoría de sus compañeros. Atrás los Unitmon restantes, los que no se ocultaron, se arrastraban contemplativos.
Alphamon se tragó el miedo y continuó su deber.
Frente a cada monolito se hallaba un pedestal con una muesca esférica, los cuales se bañaban en las luces del alba que absorbía el cristal que coronaba el templo, y que desparramaba desde cristales fragmentarios puestos exactamente a medida sobre cada nicho; uno de ellos presentaban doble muesca; quince haces de luz multicolor, un místico arcoíris en la penumbra.
Se acercó al nicho doble, el de Omegamon, y depositó los DigiEggs. Acarició las superficies rasposas; sintió efervescer la vida dentro. Después se dirigió al de UlforceVeedramon, y repitió el ritual de despedida y futuro reencuentro. Se levantó con dificultad, haciendo un acopio de fuerzas, avanzando con torpeza a su propio pedestal.
–Los dejo en sus manos. –Dijo al ahora más viejo de los Unitmon. –Manténganse vivos.
Un gesto, lo que se tomaría a una sonrisa, y un “lo siento” en los ojos de Alphamon fueron el mensaje final del último de los Royal Knight.
Hasta el próximo renacimiento.

III

La armadura abandonó a pedazos su cuerpo deshecho; los datos escaparon; la información se desvanecía abriendo paso al alivio interno de haber cumplido su misión. El viejo Unitmon, inalterado, hizo una seña en la frecuencia y los jóvenes le siguieron fuera. No había nada que hacer ahora que se cerraba un círculo, sólo les quedaba seguir adelante, preguntándose cuantos seguirían en la carretera para cuando sonara la sirena de incendios y tuvieran que despertar a los pequeños.
¿Tendrían fuerza? ¿Serían los suficientes?
El cielo purpúreo del amanecer, muy hermoso, en el que cables de información unían los distintos continentes del Mundo Digital al núcleo, el sol y luna, estático en todos los horarios, les hizo temer. Temer a la belleza de lo extraño, a la advertencia, y la impotente sensación de errar.
El viejo Unitmon abrió la frecuencia para consolar a sus hermanos, pero sólo dos palabras fueron articuladas en su psique, como señal de alerta.
–Esperemos pues.



[1] Podríamos decir que el Mundo Digital no admite programas externos, y ellos, al ser formas residuales del primer Mundo Digital, son forasteros en tierra hostil, a los que Alphamon permitió custodiar el mausoleo de los Royal Knight.

Bienvenidos al NEXO.

Si estás aquí es es por: 1) Te gusta el anime de Digimon y varias cosas referentes al universo de los monstruos digitales. 2) Tus amigos han gustado del proyecto y te han compartido nuestro blog. 3) La casualidad del click, click, clik, te trajo a nuestra merced y el Fanbeemon de la curiosidad te ha picoteado. 4) Directamente nos conoces y eres uno de los 3 administradores actuales... ya te vi pillín, vuelve a tus labores en la mina de diamantes a sacar ideas. 5) Etcétera...
En fin: a continuación quisiera presentar de la manera más breve lo que aquí se verá. En primera, nada de lo que está escrito, además de la mayor parte de monstruos digitales, zonas, artefactos de la mitología Digimon, vagas referencias a las series y otras virutas en la que nos iremos apoyando para la trama de nxOS (osease, la base: Digimon, es prestada, el resto; la trama, nos pertenece).
¿Y qué es nxOS? te preguntarás.
Bien: segunda. nxOS en nuestra historia, y un personaje antagónico. Será una tercer existencia que se sirve del mundo digital y el real. Una paradoja informática que vive entre ambos mundos. En pocas palabras es algo así como un Dios. Los detalles, para evitar spoilers, como que Leomon muere en el tercer capítulo, o que La Banda de los Gogles (y Masaru) se les ocurrió irrumpir en nuestro universo con su ejercito de criaturas protagonistas y un séquito apocalíptico que encabezan los Dioses del Olimpo y Arceus porque ya nadie lo quiso meter en episodios de Pokemon ya que no renovó el contrato con Nintendo... y bla, bla, bla... Aquí irémos varios niveles allá del habitual, niños elegidos, sus compañeros Digimon y el grupo de amigos que les enseñan valores. No... o tal vez, todo nos enseña algo a final de cuentas, pero aquí lo que se hará es moldear una historia sin precedentes en el universo de los monstruos digitales (del cual los presentes somos fanáticos (posiblemente no como algunos de ustedes, pero nos encanta)), en el que abordaremos experiencias que posiblemente ninguno de los personajes en la serie original se ha visto envuelto. Y queda en advertencia que esto no será un fanfic que intente imitar la magia de Digimon Adventure, ni de ningún otro dado el matiz que queremos dar, así como tampoco serán pláticas insípidas, ni derroche de brutalidad en escenas y palabras, un machaque de teclas, extensiones de la saga original. Sólo seremos nosotros siendo nosotros; plasmando lo que creemos deba ser un himno que suene propio a las cuerdas de nuestra percepción, y a la que esperamos disfrutes Lector, y nos brindes tu opinión conforme crezca ésta historia.
Sin más rodeos, les presento el prólogo de este proyecto al que decidimos llamar: DIGIMON nxOS.
Ponte cómodo, y sé paciente, que juntos haremos un viaje íntimo por el Mundo Digital que hemos recreado y sus habitantes, a través de los ojos de nueve tamers que se enfrentaran no sólo la mal que asola el Segundo Mundo Digital, sino también a sus demonios.

Atentamente: Los responsables del NEXO.